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Los dulces de infancia que compartir con tus hijos

Todo el mundo tiene una historia en su infancia con la comida y los dulces. Personalmente tengo recuerdos muy buenos, pero no por cantidad si no por la calidad. Cuando era pequeña mis padres eran algo estrictos en cuanto a chucherías se trataba. No las probé hasta que fui mayor. y creo que por eso, ni mi hermana ni yo somos aficionadas a ellas. Con la bollería industrial era un poco diferente, ya que había excepciones, como cuando nos juntábamos con nuestros primos y merendábamos Phoskitos, Bollycao o cuando celebrábamos nuestros cumpleaños con sandwiches de Nocilla.

A pesar de no comerlos a menudo, o quizás por ese motivo, son una parte de mi infancia y la de muchos niños de los años 90. El Bollycao era uno de mis favoritos, incluida la versión del envoltorio dorado que estaba recubierto de chocolate. Que aún exista en el mercado este dulce me hace mucha ilusión, por eso no hace mucho que me picó la curiosidad por averiguar si seguía siendo el mismo, o si mi paladar había cambiado. Y sí, ambas cosas han pasado, pero lo que es seguro es que el Bollycao es único y no tiene comparación con otras recetas parecidas de otras marcas. Igual sucede con los Donuts, uno de los pocos dulces sin chocolate que también me fascinaban. 

Otro de los dulces emblemáticos de mi infancia, sin chocolate, es la Pantera Rosa. Junto con el Tigretón y su relleno afrutado eran uno de los más populares e innovadores de aquellos años. La cobertura de color llamativo y un sabor difícil de describir pero que engancha de la Pantera Rosa, además de contar con el divertido personaje como su imagen fueron los secretos de su éxito. Sigue manteniendo el sabor de antes, así que probarlo es un viaje al pasado y a aquellos momentos especiales. 

Los Donettes ocupan un puesto muy alto en mi ranking de dulces de infancia, y también de la actualidad, en su receta clásica, ya que las nuevas versiones y ediciones limitadas no me han llamado la atención hasta ahora. También tienen un sabor muy peculiar que no se encuentra en otras marcas imitan el formato. Lo mismo ocurre con Círculo Rojo de Bimbo: un tierno bollo en el que tras varios bocados aparecían pegotes de una crema de chocolate. Confieso que mordía todo el dulce hasta dejar solo la parte del chocolate para el final. Lo mismo hacía con las galletas Príncipe que antes se llamaban Príncipe de Beukelaer (“Bakelar” para los amigos). Lo mordía alrededor porque la galleta no me gustaba, pero sí el relleno. Era mi propio ritual, una costumbre a la hora de comer que marcas como Oreo han convertido en un argumento de venta. En su caso, abrir y chupar la crema de dentro. Las Oreo llegaron a mi vida siendo más mayor, y no forma parte de mis recuerdos, pero a mi hermana le encantan.

Para terminar no puedo dejar de recordar el dulce que quizás era mejor visto por mis padres, Mi Merienda. Era una versión industrial del pan con chocolate que ellos también recuerdan de su infancia, y que ya no se vende. Consistía en un bollo tipo brioche que venía junto a una tableta de chocolate Nestle, sin más. La gracia estaba en que tú lo montabas como querías, y tenías todo el sabor del chocolate de la marca que es inolvidable para una generación. 

En este repaso puede parecer que comía muchos dulces de este tipo, pero no era así, era algo puntual y compatible con una dieta saludable. Introducir de vez en cuando alguna de estas referencias es, además de una alegría para los más pequeños, una forma entrañable de compartir recuerdos con ellos a través del paladar.